
En esta ocasión no he ido mucho al cine en España porque no habían películas o las ponían en horario de playa y por ahí sí que no trago yo, no cedo un minuto de playa para ver alguna peli española. El viernes hubo un nuevo estreno y la programaron a las ocho de la noche, que es una hora indigna, pero sin sol, así que compré mi entrada carísima por las internetes, escondí mis chucherías en el bolsillo trasero de los pantalones, que aquí son talibanes con las cosas que entran desde afuera porque convirtieron el puesto de venta de palomitas en un bar y así se acogen a la ley que no permite entrar en los susodichos ni comida ni bebida de afuera y fui al Cine a ver Los aitas, que tiene pinta que jamás se estrenará fuera de España ni aunque le pongan el comercial título de truscoluña no es nación.
Un puñado de julays paraos se van a Alemania con las hijas que parieron, sin chimpún.
Resulta que en las provincias vascongadas, en los ochenta, en plena época de paro y demás, unos panolis paraos no dan un puto palo al agua. Sus hijas van a ir a una competición de gimnasia artística, pero las madres se emborrachan con vino del malo y acaban teniendo que ir ellos junto a la profesora, que es una alemana. La peli es básicamente el viaje en guagua de las niñas, sus cuatro padres, el chófer y la profesora alemana. Por el camino les pasa de todo, se pelean, se arre juntan y descubren cosas de unas hijas que han criado las madres y de las que saben muy poco o nada. Uno de ellos también lleva a su hijo, que parece que pierde más aceite que el Titanic al caer al fondo del océano.
Se supone que es comedia ambientada en los ochenta y tiene algunos momentos en los que te ríes, pero también tiene otros que no llegaron a cuajar. Hay como una separación entre el mundo de las niñas y el de los padres y bueno, las madres son personajes secundarios que olvidamos después de diez minutos. Cada padre parece que arrastra alguna movída o trauma y en ocasiones, también los niños. Hay escenas curiosas, pero también hay cosas que no entiendo, como que se meten en una guagua y empiezan a conducir desde España a Alemania y nadie parece tener pasaporte. Cuando llegan a Berlín es justo en el día que cayó el muro y al final la competición se canceló, algo de lo que se enteró todo el mundo salvo este puñado de desgraciados. Seguramente si se hubieran currado un poquito más el guión habría sido una comedia muy buena, pero en mi opinión, se quedó demasiado floja, cojeando.
Esto no gustará ni a los miembros del Clan de los Orcos ni a los sub-intelectuales con GafaPasta.
