La penúltima vez


Se supone que cuatro veces al año, mi jefe y yo vamos a Alemania, a una ciudad poblacho al sur de Dusseldorf y allí nos encontramos con los otros dos miembros del equipo en el que estoy y la razón por la que ellos no vienen es porque la chama, que cumple sesenta y siete en octubre que es cuando se jubila, está cuidando de su madre, que tiene noventa y un tacos y no la puede dejar durante un período muy largo de tiempo. Así que nosotros vamos allí, aunque también he tenido suerte y la última vez que estuve fue en octubre del año pasado, que la reunión de diciembre la movimos a enero y después se canceló porque el otro chamo estaba en rehabilitación después de una operación de cadera, que este chamo tiene setenta y un tacos y ya está jubilado pero eligió seguir trabajando, y la de marzo se canceló por la reorganización y la prohibición expresa de no viajar.

Como esos dos se jubilan juntos el día de todos los Santos, teníamos que vernos para empezar a organizar la transferencia de sus sacrosantos conocimientos, o sea, jincarme el marrón a mí y mi jefe, que es un güevón, me viene un día y me dice que vamos el día de Santiago Apostol patrón de España y mata moros-de-mielda, que yo he visto su estatua lindísima pisoteando cabezas de esa chusma y gentuza de la peor y me creo perfectamente que aunque él vivió novecientos años antes que esa manada de criminales, ya era pitoniso y los mataba y esto me resulta más fácil de creer que cuando murió lo pusieron en una falúa en el Mediterráneo y la mano de Dios, la misma que ayudó a Argentina en un mundial, lo llevó hasta las costas gallegas en el océano Atlántico. Bueno, volviendo al relato, mi jefe viene y me dice que vamos el 25 de julio y yo le digo que irá solo porque yo ya quedé para ir al fúrbol con un colega, que compró entradas para el partido Ajax – FK Vojvodina y yo le dije que iría y hasta pagué mi entrada, con lo que ni jarto de güisqui hecho con aceite de colza iría a Alemania ese día, así que movió la visita al miércoles previo.

Estos viajes siempre empiezan mal porque para mí son días de catorce horas de laburo, que llego a Bolduque a las ocho y mi jefe me está esperando en la estación y desde allí son al menos dos horas de coche y además, el día antes también tuve que preparar unas lentejas a la riojana porque la comida que hay allí es una puta mielda del copón y yo me niego a ingerir esa bazofia, así que el almuerzo lo llevo yo para los cuatro y esta vez tocaban lentejas. El viaje desde Bolduque nos tomó dos horas y media por obras en las autopistas alemanas, que aprovechan que hay menos gente para cortarlas todas.

Una vez en el lugar laburamos y acordamos como se transferirá todo ese conocimiento al Elegido, que desde noviembre hará su trabajo y el de dos más y me da la impresión que me sobrará algo de tiempo para tirar de los cataplines hacia abajo y ver si consigo que me lleguen a las rodillas, que es una ilusión que he tenido desde siempre.

El almuerzo fue espectacular y lo acompañé con uno de mis quesos canarios del Lidel no con una, sino con dos medallas de oro. Por la tarde acabamos temprano y la temperatura era de unos veintitrés grados, así que nos fuimos a una zona recreativa que hay por allí cerca y nos tomamos unas bebidas y cenamos algo antes de regresar y por suerte, en la vuelta no pillamos ninguna obra o tráfico y conseguimos hacer el viaje de vuelta en un pelín menos de las dos horas y coincidió que un tren se retrasó y entré en la estación y pillé el tren a mi keli, aunque eso sí, entré en la susodicha catorce horas después de haber salido.

Se supone que regresaremos una vez más a Alemania para despedirnos de los dos que se jubilan y desearles que les vaya lindo. Después de eso, como todo el equipo será il Scelto, será más fácil quedar conmigo mismo para discutir los asuntos.


3 respuestas a “La penúltima vez”

  1. Yo que tu no les daba tan bien de comer, corres el riesgo de que los viajes se multipliquen, pero al menos pide una prima de compensación por las horas de viaje… 🙂
    Salud

  2. No pido prima ninguna, pero recupero las horas otros días trabajando menos. Y no creo que los viajes se multipliquen porque esos dos son historia en octubre.

  3. Lo de llevar un departamento tú solito tiene sus ventajas, como lo de discutir contigo mismo, pero también sus inconvenientes, te lo digo por experiencia, los marrones te los comes en exclusiva, suerte!

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