Esto hace unos años era como una gran tradición de las navidades, la anotación con el cachondeo del regalo navideño, que aquí es muy distinto que en España. Ahora que tengo chamba, regresan estas anotaciones, aunque tras la traición de flickr ya no puedo poner comentarios sobre la imagen, como hacía antes indicando cada cosilla. Ya dije que en mi primer día en el laburo, la tarea más importante no era poner en marcha mi ordenador portátil o conocer a la gente, era elegir el regalo de navidades, que habían tres tipos, el clásico, el de belleza y el de donación. Yo elegí el primero, el clásico y esta semana, el miércoles, me dieron la caja, que yo procedí a vaciar y meterlo todo en la mochila grande que había llevado a la oficina, que uno ya va preparado a estas cosas.

Cuando llegué a mi keli lo saqué todo, lo puse sobre la mesa y le hice la foto estremecedora que está sobre este texto. En estos regalos siempre hay cosas rarísimas que nunca he llegado a entender y también son cutres con ganas, aunque alguien me explicó que el cutrerismo es porque si se pasan de cierta cantidad, que ese sub-intelectual dijo que eran setenta y cinco leuros, deja de ser regalo y pasa a ser pago en especies y tiene que ir en la declaración de impuestos y por eso, nunca tenemos pata negra y peluda de cerdo marroquí, por ejemplo. Ya sé que tienen un presupuesto, pero la botella de agua con gas que está a la izquierda me parece ir demasiado por lo bajini, como las dos botellas de mini-zumos de manzana y lo de los dos vasos es un problemón porque ahora se los tengo que colocar o a mis vecinos o a la mucama, que yo esas cosas de cristal tan raro no las quiero en mi keli. Por lo demás, las cotufas, las papas fritas, el chocolate y los manises son cosas que me puedo comer y esa tabla de cortar y presentar quesos que está en la parte de atrás también será algo de lo que me tengo que deshacer. Hay una botella de una especie de vino espumoso blanco que tiene pinta de estar prohibido en muchos países por la cantidad de neuronas que te puede matar y por supuesto, lo regalaré, que en Holanda a alcohol regalado nadie le hace ascos. Así tirando por lo alto, yo creo que todo junto son menos de treinta leuros, sobre todo contando las cantidades que compran.
Una cosilla curiosa que vi en mi correo y que flipé fue un mensaje avisando a todos los que reciban regalos de empresas, que los entreguen a las recepcionistas y en la segunda semana de enero se sortearán entre todos los empleados en una lotería post-navideña. Me parece un sistema justo, ya que algunos reciben un montón de ellos sin motivo aparente, solo porque les ha tocado trabajar con empresas que tratan de comprarlos.
3 respuestas a “El regalillo de Navidad”
Sin turrón ni polvorones, eso no es de Navidad. 😉
Has utilizado la palabra perfecta: cutre
¡Manda huevos!
Si a mi me dan una cesta de Navidad como esa se la pongo por montera a alguien que no me pueda echar de la empresa… o si… 🙂
Salud
Pues a mí me parece que los vasos son una pasada, pero claro, para gustos, colores.