La semana pasada, después de volver de España, tenía la visita programada al chamán para que me miren el alma y la estudien encarecidamente. Ya comenté en su día que lo de esa cita tuvo su miga. En las instrucciones me decían que llevara gafas de sol, una lista de todas las medicinas que tomo y que ni de coña fuera con carro o bici porque igual no podía usar el vehículo para regresar, así que como el hospital está a unos dos kilómetros y medio de la estación de tren, dejé la bici allí y al regresar de la oficina, me bajé del tren una parada más adelante y me quedaba a algo más de un kilómetro del hospital y el resto del camino lo hice andando. También me habían informado que la cita podía durar noventa minutos, así que iba preparadísimo para pasar allí hora y media o quizás más, que cuando los médicos te dan una estimación de tiempo, siempre suele ser muy corta. En las instrucciones me decían que tenía que seguir una ruta, digamos que la 165, así que al entrar en el hospital, me fui al panel que es el punto de partida de todas las rutas y encontré el inicio de la mía. En los hospitales neerlandeses, en lugar de preguntar a alguien, todo el mundo llega con un número único que te lleva directamente hasta el lugar al que te han convocado.
Comencé a seguir mi ruta, primero atravesando parte de la planta baja y otras secciones y después subiendo a la primera planta. Según vas avanzando, el rango de números se va reduciendo y tras un rato ya estaba en la zona que cubría del 150 al 175, con lo que mi llegada era inminente y efectivamente, al poco encontré un mostrador con un montón de enfermeras que me pidieron mi identificación y me dijeron que esperara por allí hasta que me llamaran desde alguna de las puertas, que había como veinte, diez a cada lado y en el medio la sala de espera. Yo llegué al hospital unos cinco minutos antes de mi hora y supuse, vista la cantidad de gente, que esperaría hasta el fin del día, pero a los cinco minutos se abre una puerta y llaman al Elegido. Entro y allí está un enfermero que usando una máquina muy sofisticada y estremecedora, me mira en los ojos buscando el alma o algo así y que estaba obsesionado con globos. Tras poco más de un minuto, me dijo que saliera, que me volviera a sentar y me llamarían desde otra puerta. Dos minutos más tarde se abre otra puerta, me llaman y entro a otro cuarto con otra máquina aún más espectacular que la primera. En esa tenía que seguir un círculo o así con los ojos, que a veces era verde y a veces era rojo y cuando el chamo se cansó de lanzar rayos multidimensionales a mis ojos buscando el alma, me puso unas gotas que supuestamente, te ensanchan algo dentro del ojo o así y que es lo que requería las gafas de sol. Me mandó de vuelta a la sala de espera y me dijo que el siguiente sería el oculista, o su primo hermano. Ahí ya más o menos deduje que las puertas del lado en el que yo había entrado eran las de las máquinas preparatorias y las puertas del otro lado de la sala eran las de los oculistas, que había un montón. Estuve un par de minutos, en los que salió uno y llamó a alguien que estaba esperando y después salió otro y me llamaron a mí, así que entré en la consulta, con máquinas más similares a las de las ópticas.
Me hizo el ritual de la falta de vista de la óptica, igualito que si te fueras a comprar unas gafas nuevas y después usando otra máquina, que era como una lupa gigantesca con una luz puñetera, empezó a mirarme un ojo y después el otro y cuando acabó, yo ya estaba cegado del todo con aquella luz tan chunga y las pupilas dilatadas. Me informó que mi alma nunca la encontraron y que eso es bueno, que si la ven es cuando es algo malo. Al parecer no tengo ningún problema de glaucoma. Después me dijo que ahora era cliente VIP y que ya no tengo que ir Nunca Mais a mi médico de cabecera para pedir hora. Que lo haga directamente con el hospital para todo y que ellos, cada tres años, me invitarán a una sesión de control. Como estaba nublado me dijo que seguramente no iba a necesitar las gafas de sol y que en un rato se me pasaría el efecto de la dilatación de las pupilas. Respondió a todas mis preguntas y después nos despedimos y no habían pasado ni veinte minutos cuando ya estaba haciendo la ruta inversa para llegar a la salida, esa aún más fácil que la de entrada porque para todos es la misma, en dirección a uitgang, que es un lugar mágico que está afuera. Con el cielo nublado y sin lluvia, opté por caminar hasta donde había dejado mi bici, que me tomó algo más de veinte minutos y desde allí ir en bici a mi keli. El chamán también me dijo que podía ir a correr, que salvo por no ver a la gente con claridad, no había ningún problema, así que cuando llegué a mi keli me cambié de ropa y me piré a correr. Por suerte en los Países Bajos nos saludamos todos cuando estamos corriendo así que bulto que veía, bulto que saludaba.
4 respuestas a “El chamán que buscó mi alma”
Menos mal que no te aplicaron el sistema de meterte una manguera por el ano, aunque dicen que hay tener cuidado, se han dado casos de denuncias de violaciones por falsos médicos, y tambien porque hay gente a quienes les gusta y se enganchan y a cada ratico están pidiendo la manguera de nuevo… 🙂
Salud
Los efectos secundarios son de una perdida de aceite importante 🙂
Tu trata de recordar, hay muchos que les meten la manguera y luego no recuerdan nada…
Salud
Tú sí que eres un bulto sospechoso cuando corres, jojojo
Que gracia me acaba de hacer este post, ver como «describe» alguien desde fuera el proceso de revisión del FO, que bueno… a mí aún no me tocan las revisiones de la Seguridad Social, por edad, pero claro, tú estás en una edad muy mala… no te saltes las revisiones trianuales, son importantes 😉