El topo de los cojones


Llevo algo más de una semana sufriendo un drama inconmensurable, una tragedia que ya quisieran los truscolanes escribir y publicar y hasta podría ser una tragedia griega. Mi keli, en su parte trasera, tiene un soberbio jardín de veinte metros de fondo y yo lo tengo, al contrario que la mayoría, con césped, salvo por un pasillo central de baldosas. Para aquellos que no creen en el cambio climático, la hierba y la tierra calientan hasta diez grados menos que las baldosas, así que todos los que han azulejeado sus jardines, en verano ayudan a crear un microclima alrededor de sus kelis con un calor aún más extremo, que no es mi caso.

Tener césped requiere más trabajo, hay que cortarlo con frecuencia entre marzo y noviembre, hay que escarificar, que es un verbo que nunca pensé que formaría parte de mi vocabulario regular y que además también conozco en neerlandés. Al final todo ese trabajo, es ejercicio físico y siempre te queda el placer de mirar a tu jardín y verlo tan bonito, ver a los cuervos buscando gusanos entre la hierba y ver a los gatos huir aterrorizados cuando entran en mi jardín y el sensor de movimiento los detecta y activa el aspersor que los baña y que es el menor de sus problemas, que si no le hacen caso a eso, lo siguiente es la pedrada cuando yo disparo con el tirachinas cargado con piedritas de la playa cerca de la keli de mi amigo Sergio en Benalmádena costa. También, en los días con buena temperatura, me puedo poner a tomar el sol en mi hamaca y balancearme en la misma mientras me echo una tremenda siesta y quizás hasta dos.

La semana pasada, al salir uno de los días con bici, por detrás de mi casa había un montón de tierra en el parque y además, en un par de lugares. Era la señal inequívoca de que un topo se había metido en la zona y comenzaba a hacer túneles y asomar con sus montones. Avisé a mi vecino que estábamos entrando en DEFCON 3, cerca de la declaración total de guerra. Pasaron los días y seguían apareciendo montones, cada vez más cerca de nuestras kelis. Finalmente, un día, aparecieron dos en mi jardín. DOS. No uno, DOS. Subí el nivel de alerta a DEFCON 2 y salí por patas a comprar el aparato que emite unas series de vibraciones y que se supone que los molesta. Lo pongo en el jardín y a la mañana siguiente, dos agujeros más. Cambié el aparato y al día siguiente, otros dos agujeros. Mi conclusión es que la mielda de aparato no funciona, pero decidí darle una últimísima oportunidad. Me puse a mirar entre los agujeros y conseguí dar con el túnel, con lo que clavé el puto trasto directamente en el túnel y desde entonces, llevamos tres días en los que parece que el topo se ha ido a tomar por culo o al quinto coño, que me da igual el destino que tome mientras no sea mi jardín.

Como estamos tan cerca de la guerra total, ya tengo ubicada en una de las hiper-mega ferreterías una trampa para topos, super-hiper-mega cruel y que le provocará una muerte que a buen seguro será dolorosa, que es como una garra metálica que se cierra cuando el bicho pasa y lo mata. Si vuelve a aparecer un agujero más a menos de cinco metros de mi jardín o en mi jardín, compraré una de esas trampas y pasaremos a DEFCON 1 y el puto topo ya puede ir pidiendo la extremaunción porque le hará falta.  También, llegado el caso, le dejaré un regalo en los túneles. Una bolsita de veneno de ratas del MERKAMAMONA, que introduje en los Países Bajos en el equipaje facturado cuando regresé en las  Navidades desde Gran Canaria porque aquí hay algún tipo de legislación que dice que es cruel envenenar a las PESTES, pero esa misma legislación nos deja poner trampas y matarlos con una buena dosis de dolor y sufrimiento.

Todo el mundo en mi barrio está en modo NEGACIÓN total y no me creen cuando les digo que hay un montón de ratones en la zona y los que más lo niegan son los que tienen el nido, que ven a tres o cuatro gatos en su jardín mirando fijamente un lugar en el que tienen un montón de zarzamoras y por más que se lo digo, no se creen que ahí hay ratones, que por algo miran los gatos. En el pasado ponía trampas en mi jardín y puedo confirmar y confirmo que en el mismo, que es lugar de paso para los ratones, creé un pequeño túnel en el que puse las trampas y cuando me aburrí, ya había matado diecisiete ratones. El año pasado, durante un mes, cada dos días ponía una bolsa de veneno y cada mañana había desaparecido, con lo que tienen que haber muerto un montón. En esta temporada, creo que he puesto unas diez y todas han desaparecido, con lo que seguimos teniendo un exceso de población de roedores y me quedan pocas bolsas. Igual este año vuelvo a poner las trampas, que con un poquito de mantequilla de maní, pillas ratones todos y cada uno de los días.

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