La concha de tu bufo


Después de No digas que no fue un buen trusco, vamos a pillar de perfil algo relacionado con el tema, pero sin estarlo. Como sabe todo quisqui, la chamba para la que laburo tiene tres sedes en los Países Bajos y yo me muevo entre ellas, aunque por goleada voy más a las dos sedes en Bolduque, pero por ejemplo, estas dos últimas semanas, he pasado por la tercera sede, la corporativa, para echarme unas risas con el equipo legal y porque un día me resultaba muy conveniente para poder ir al cine en Ámsterdam y ver una peli con el buceo como herramienta de trabajo, película que viene muy recomendada por Doverinto y el Ancestral y la siguiente ocasión fue porque mi amigo el Turco está por aquí y así lo veo después del laburo, que de la oficina al centro de Ámsterdam hay veinte minutos en tren.

También algo muy pero que muy importante para este retazo de mi vidorra nórdica es que antes de irme a Gran Canaria en Navidades, yo me aprovisioné con varios kilos de castañas que separé en raciones de uso individual, corté y congelé, con lo que cuando regresé de las Canarias tenía mi congelador lleno de castañas y seguí comiendo y cuando esas se me acabaron, comencé a comer de los paquetitos de castañas cocidas del MerkaMamona, que me traje como veinte paquetes y cuando pasé por Málaga volví a aprovisionar y las sigo comiendo cuando me entra hambre entre horas o voy al cine. Todos sabemos que una de las grandes virtudes de las castañas es que incentivan y amplifican el PEOTE y si en tu dieta hay abundancia de garbanzos, judías, alubias, mantienes unas dosis considerables de combustible para el PEOTE.

Y ahora que tenemos el concepto ya bien definido, estaba yo en la oficina y claro, un vaso de agua por aquí, dos capuchinos por allí, otro vaso de agua por allá, que pese a lo que insinúen algunos, mi consumo de agua es el adecuado y está dentro de los márgenes considerados aceptables, así que voy ingiriendo líquido y en algún momento sucede lo que tiene que suceder y me entran ganas de ir al baño. Por casualidades de la vida, el escritorio que uso en esta tercera ubicación está en lo que ellos llaman la zona de trabajo flexible y usamos los que hay disponibles los que no vamos por allí con frecuencia y enfrente de mí estaba sentado un amarillo del país del sol caguiente y noté como se levantó y salió corriendo dando pasitos super-hiper-mega cortos y sin llevarse el telelefonino, que es la señal clarísima y cristalina como los pozos de café, que va al baño para el jiñote, que los amarillos siempre se mueven con su teléfono salvo cuando van al baño, que es algo como más occidental el sentarte en el trono y aprovechar esas tribulaciones y cavilaciones para ponerte al día de tus redes sociales y cuando dan pasitos más cortos de lo habitual es que tienen miedo a cagarse por las patas pa’bajo.

Sabiendo que el amarillo estaba allí, decidí ir a echarme un pis y hacerle un regalo que no olvidaría en mucho tiempo, que por estar en una oficina abierta, llevaba ya más de tres horas almacenando aire y comprimiéndolo, que aunque pueda ejercitar el derecho divino del BUFO, con el pestazo sería muy fácil encontrar la fuente del susodicho y acusarme. Así que ahora tenía mi oportunidad de impresionar al amarillo y me fui, calladito al baño y comprobé que estaba en el cagadero del medio, que era el escenario perfecto porque ese baño tiene el diseño más raro del universo y el primer cagadero fue reconvertido a meadero, con la poceta esa de pared que llaman urinario y que no pueden usar las hembras ni los hombres transexuales y los otros dos son de los de toda la vida, con jiñódromo. Entré en el del meadero, cerré la puerta y calladito, sin hacer ruido alguno, meé. Cuando acabé, invoqué a todo ese aire que maceraba en las entrañas, le ordené que se preparara para obtener su libertad y solté un PEO sonoro de por lo menos seis segundos que después se convertía, por la magia de la combinación de castañas, garbanzos, judías y quizás hasta lentejas en un arma química sin parangón. Salí por patas de allí eligiendo lavarme las manos en la cocina y el amarillo, que procuraba no hacer ruido alguno porque al parecer ellos son seres superiores que no cagan y cuando entran a un baño es como si fuera algo de lo que avergonzarse y no hacen ruido alguno, se quedó en el epicentro de la nube más tóxica que ha sufrido en muchísimo tiempo. Después, pasado un minuto o así, se abrió la puerta del baño y veo salir al chamo, asfixiado porque estaba intentando aguantar la respiración para sobrevivir al ataque químico que sufrió. Cortésmente, le pregunté si le pasaba algo y tenía que avisar a los que tienen los estudios para primeros auxilios y me miró, completamente avergonzado y humillado y me dijo que no, que estaba como una rosa y que no le pasaba nada y mientras volvía su escritorio, yo me quedé allí riéndome de él, que seguro que se estaba cagando hasta en la concha de la madre del que prácticamente lo asesinó.

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3 respuestas a “La concha de tu bufo”

  1. Que genial, estás volviendo a tus entradas de tu juventud que tan feliz me hicieron y le dieron fama a este blog que ahorita está medio en quiebra de risas, por meter con calzador los Baños Maria, hoy me he descojonado a pecho partido, de la risa… 🙂
    Salud

  2. Se trata de inspiración, cuando no lo hay, no la hay. A menos que suceda un milagro, estoy sequito para la semana que viene.

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